No hay otro lugar en el mundo como la Antártida, y no sólo desde el punto de vista ecológico o geofísico. Este enorme continente no pertenece a ningún país ni gobierno, sino que está en manos de un amplio y diverso grupo de naciones con fines legítimamente nobles y pacíficos.

El estatus singular de la Antártida proviene de un documento revolucionario llamado el Tratado Antártico, y comprender los aspectos básicos de este acuerdo fundamental proporciona un contexto esencial para cualquier visitante del Continente Blanco.

El Tratado Antártico es un documento que establece el estatus especial de la Antártida como condominio, gestionado en pie de igualdad por múltiples naciones soberanas en colaboración con énfasis en el estudio científico, la protección rigurosa del medio ambiente y la neutralidad pacífica.

El impulso para el Tratado Antártico se produjo en el contexto de la Guerra Fría y las tensiones que flotaban en torno a las diversas reivindicaciones territoriales que se habían hecho en el Continente Blanco a mediados del siglo XX. La inspiración inmediata del Tratado fue el Año Geofísico Internacional (IGY) de 1957-1958, que reunió a docenas de naciones para cooperar y colaborar en la investigación de las ciencias de la Tierra en todo el mundo, especialmente en la Antártida, donde los esfuerzos científicos incluyeron el establecimiento de varias bases nuevas.

“El Año Geofísico Internacional (AGI) fue reconocido como fundamental para el entendimiento científico de la Antártida,” explicó un resumen del Tratado Antártico preparado por sus partes en 1999. “Las doce naciones activas en la Antártida, nueve de las cuales hicieron reclamos territoriales o se reservaron el derecho a hacerlo, acordaron que sus diferencias políticas y legales no debían interferir con el programa de investigación. El éxito sobresaliente del AGI llevó a estas naciones a acordar que la cooperación científica pacífica en la Antártida debía continuar indefinidamente.”

A landscape of snow-covered mountains with rocky islands and ice floes in a calm, reflective body of water under a cloudy sky.

Puerto Lockroy: La impresionante belleza de la Antártida, vista en este paisaje prístino, sirvió de escenario para su gobernanza única. El Tratado Antártico surgió del deseo de garantizar la paz y la cooperación científica en un continente que antes estaba libre de conflictos, inspirando un compromiso global con su preservación.

Esa docena de naciones activas en el Continente Blanco durante el IGY firmaron el Tratado Antártico el 1 de diciembre de 1959 en Washington, D.C. (allí porque el Presidente de EE.UU. Dwight D. Eisenhower había hecho la invitación inicial para discutir tal acuerdo). Los signatarios originales fueron:

  • Argentina
  • Australia
  • Bélgica
  • Chile
  • Francia
  • Japón
  • Nueva Zelanda
  • Noruega
  • Sudáfrica
  • REINO UNIDO
  • EE.UU.
  • U.R.S.S.

De estas naciones, siete -Argentina, Australia, Chile, Francia, Nueva Zelanda, Noruega y el Reino Unido- tenían reclamaciones territoriales en la Antártida. Otros dos, EE.UU. y la URSS, no presentaron ninguna reclamación, pero se reservaron el derecho de hacerlo en el futuro (en lenguaje jurídico, mantuvieron una "base de reclamaciones").

El Tratado Antártico incluye 14 artículos; puedes echar un vistazo al documento original aquí, o leerlo como texto buscable aquí, pero su enfoque principal se puede resumir en tres temas principales.

Fundamentalmente, el Tratado afirma que "la Antártida debe utilizarse exclusivamente con fines pacíficos". (No prohíbe la presencia de equipos y personal militar en el Continente Blanco si están allí para apoyar "la investigación científica o para cualquier otro fin pacífico").

El Tratado también hace explícita la libertad de la investigación científica en la Antártida y la importancia de la cooperación internacional en ese frente, señalando que "las observaciones y los resultados científicos de la Antártida se intercambiarán y pondrán libremente a disposición".

Otro acuerdo importante del Tratado se refería a las reivindicaciones territoriales antárticas. El Tratado no sólo prohibía el establecimiento de nuevas reclamaciones, sino que mantenía que las ya existentes no podían ampliarse ni reforzarse (o negarse) mediante ninguna acción.

El Tratado Antártico también estableció que cualquier miembro de las Naciones Unidas podía convertirse en signatario. En la actualidad, casi 60 naciones son partes en el Tratado: desde Bulgaria hasta Uruguay, desde China hasta Sudáfrica.

Los países que “realizan investigaciones científicas sustanciales” en la Antártida pueden solicitar convertirse en Partes Consultivas del Tratado, con derecho a participar en sus reuniones anuales (ver más abajo). Diecisiete de las partes que se adhirieron al Tratado desde su inicio ahora califican para ese estatus. Otras 27 son Partes No Consultivas, que pueden asistir a las reuniones pero sin voz en el proceso de toma de decisiones.

A large, turquoise-blue iceberg floats in calm water, with snow-covered mountains under a dramatic cloudy sky

Los impresionantes paisajes de la Antártida están protegidos por el Tratado Antártico, un testimonio de la cooperación internacional. Las diversas partes del Tratado, que representan a naciones de todo el mundo, mantienen colectivamente sus principios, asegurando que este continente prístino permanezca dedicado a la paz y la investigación científica para las generaciones futuras.

El motor del Sistema del Tratado Antártico—que incluye no solo el Tratado en sí, sino también sus acuerdos y recomendaciones relacionados (ver más abajo)—es la Reunión Consultiva del Tratado Antártico (ATCM, por sus siglas en inglés), que se celebra anualmente y sirve como plataforma para la gestión internacional de la Antártida.

Como ya se ha mencionado, aunque todas las partes del Tratado están invitadas a las RCTA anuales, sólo las Partes Consultivas pueden tomar decisiones relativas al Tratado. Las Partes Consultivas son las anfitrionas de las ATCM anuales; entre las ciudades anfitrionas se encuentran Madrid, Canberra, Nueva Delhi, Pekín, Ciudad del Cabo, Estocolmo, Christchurch y Santiago, por citar algunas.

En 2004, la Secretaría del Tratado Antártico se creó para ayudar a facilitar las reuniones anuales del Tratado, apoyar a la ATCM y al CEP, gestionar los documentos del Sistema del Tratado y proporcionar divulgación educativa al público sobre el Tratado y su papel.

Las reuniones anuales del ATCM también incluyen encuentros del Comité de Protección Ambiental (CEP), creado como parte del Protocolo de Protección Ambiental al Tratado Antártico (del que hablaremos más adelante). El CEP se encarga de asegurar que se cumplan los objetivos de ese protocolo, abordando temas como el impacto del turismo, el cambio climático y las especies no nativas en el medio ambiente antártico.

También están presentes en las reuniones del ATCM ciertos Observadores oficiales, incluyendo el Comité Científico para la Investigación Antártica (SCAR), la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCAMLR), y el Consejo de Directores de Programas Antárticos Nacionales. Por ejemplo, SCAR asesora a las partes de manera “independiente y objetiva” en cuestiones ambientales y de conservación.

Además, el ATCM recibe a Expertos Invitados, que incluyen a la Asociación Internacional de Operadores de Turismo Antártico (IAATO) y a la Coalición Antártica y del Océano Austral (ASOC).

El Sistema del Tratado Antártico incluye acuerdos, recomendaciones y otras adiciones formales de diversos tipos al Tratado original. Algunos de los más importantes incluyen el ya mencionado Protocolo de Protección Ambiental al Tratado Antártico, adoptado por las Partes Consultivas del Tratado en 1991 y puesto en vigor en 1998. Este Protocolo Ambiental declaró a la Antártida como una “reserva natural” y estableció numerosas directrices para la protección del ecosistema del Continente Blanco, las cuales son evaluadas y actualizadas regularmente a través del ATCM y el CEP.

Otras importantes ampliaciones del Tratado incluyen la Conservación de las Focas Antárticas, adoptada por el ATCM en Londres en 1972, y la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos, establecida en Canberra en 1981.

Large, sculpted icebergs with blue hues float in dark, choppy water, with snow-capped mountains under a dramatic cloudy sky

Los acuerdos más allá del Tratado Antártico protegen su belleza, como estos icebergs. Estos protocolos garantizan una gestión responsable, inspirando un compromiso para salvaguardar la Antártida.

El Tratado Antártico se considera, con razón, un acuerdo internacional excepcional y único que ha conseguido resistir el paso del tiempo manteniendo el Continente Blanco fuera del control de una u otra nación soberana, fuera de los límites de la guerra y de muchas formas de explotación, y mantenido como un gran laboratorio científico polar y un espacio natural protegido.

Sin embargo, existen dudas sobre su eficacia. Por un lado, las Partes Consultivas y el CEP tienen mucho trabajo para hacer frente a la amenaza del cambio climático, que ya está modificando la ecología antártica de forma complicada y sólo parcialmente conocida, por no mencionar la creciente magnitud del turismo.

Y el Tratado y sus acuerdos conexos no son permanentes. Una cuestión importante, por ejemplo, se refiere al futuro de los recursos minerales de la Antártida. El Protocolo sobre Protección del Medio Ambiente, por ejemplo, prohíbe la extracción de minerales salvo con fines científicos limitados, pero se revisará en 2048 y cualquier Parte Consultiva tendrá derecho a solicitar cambios en ese momento. No son pocos los científicos y conservacionistas que temen que en ese momento se levante la prohibición de explotar los minerales, lo que podría dar lugar a una carrera industrial desenfrenada con sus inevitables consecuencias para el medio ambiente.

Otras medidas medioambientales tienen fechas de caducidad, como la reciente designación del Mar de Ross como Área Marina Protegida. Esta medida prohibió la pesca comercial (muy extendida en el Océano Antártico), pero también deberá revisarse dentro de un par de décadas.

Y las reclamaciones territoriales suspendidas por el Tratado podrían o no convertirse en un problema en el futuro, si las Partes Consultivas solicitan una revisión del documento, los países con reclamaciones territoriales actuales (EEUU y Rusia, que se reservaron el derecho a hacer una reclamación futura al firmar el Tratado) no han sugerido ninguna retractación de dichas reclamaciones, aunque el lenguaje del Tratado ha logrado mantener cualquier medida para “mejorar” o ampliar esas zonas en suspenso.

En resumen, cualquier defensor de la Antártida -¿y quién no lo es después de ver su majestuosidad de primera mano?- debe prestar mucha atención a la administración anual del Tratado Antártico y reflexionar sobre lo que podría ocurrir si sus visionarios principios se revisaran alguna vez.

From the bow of a ship, people watch a vast expanse of icy water and snow-covered mountains under a bright sky.

Mientras los visitantes contemplan la belleza de la Antártida, surgen preguntas sobre el futuro del Tratado. Su éxito actual nos inspira a garantizar su protección continua y una gestión responsable para las generaciones venideras.

También le puede interesar:

Descargo de responsabilidad

Nuestras guías de viaje tienen únicamente fines informativos. Si bien nuestro objetivo es proporcionar información precisa y actualizada, Antarctica Cruises no hace ninguna representación en cuanto a la exactitud o integridad de cualquier información en nuestras guías o encontrado siguiendo cualquier enlace en este sitio.

Antarctica Cruises no puede y no aceptará responsabilidad por cualquier omisión o inexactitud, o por cualquier consecuencia derivada de ello, incluyendo cualquier pérdida, lesión o daño resultante de la visualización o uso de esta información.